sábado, 27 de diciembre de 2008

"La Costa de los Mosquitos"

Por dios santo, qué tío...

Literariamente hablando, conocí a Paul Theroux hace relativamente poco, leyéndome su libro de viajes "Las Islas Felices de Oceanía: Una Odisea en Kayak por el Pacífico" (de la magnífica colección "Biblioteca Grandes Viajeros" de Ediciones B que anda por ahí de saldo). A la maravilla de leer sobre un lugar que tengo tantas ganas de visitar como es el Pacífico y sus islas, y también al buen hacer como escritor de este buen señor, se sobrepuso su maldita manera de mirar al mundo, con sus puntos de vista tan enfermizos y deprimentes... tanto que al final, de lo que menos ganas tienes es de visitar los lugares de los que te habla. Y además de eso, parece que la práctica totalidad de personas que se encuentra en su camino son gilipollas y malnacidos capullos desgraciados e imbéciles (no me extraña que aquel tipo en Australia le amenazase en medio de una conferencia: él se sorprendió, pero yo estoy casi seguro de que habló de él con su peculiar "estilo" en alguno de sus textos). Lo mejor de todo, claro está, era asistir a los paisajes de los Mares del Sur, y además coincidió su lectura con mi visita a Flores y a Komodo, que ya son la puerta de dichos mares: me recuerdo a mí mismo paseando por aquella playa donde había un poblado que la utilizaba de letrina, viendo el precioso crepúsculo y pensando precisamente en Theroux y sus capulladas...

Pero lo que nadie le quita, desde luego, es que el tipo sabe escribir... así que cuando el otro día fui a uno de estos mercadillos de Navidad y tuve la oportunidad de escoger un libro por 50 céntimos de euro (es que la chica no tenía cambio...), la opción de "La Costa de los Mosquitos" se perfiló como una de las mejores. Lo empecé, dándome cuenta de la fluidez del estilo, y de nuevo de las gilipolleces a las que este hombre da vueltas y más vueltas... y al principio me resultaba tan deprimente y tan cansino que pensé hasta en dejarlo abandonado en el autobús y allá se las arreglase. Pero finalmente perseveré, y llegó un punto en el que me enganchó hasta cogerme por el cuello y no soltarme hasta saber qué diablos iba a pasar con ese tipo obsesionado... y hace tres días, al fin, lo acabé.

Repito una vez más: técnicamente, es bueno... pero este libro es como un cáncer, algo que te corroe por dentro y que te duele, que tiene poco sentido (es una denuncia de las asquerosas, y hecha desde el punto de vista de alguien que odia a toda la humanidad y también a sí mismo... y hablo del escritor más que del personaje), y que se queda con el mensaje de denuncia vomitándolo mezclado con rabia y espumarajos. Y lo que es a mí, eso es algo que ciertamente no me interesa: hoy se lo he cedido a mi padre, y le he dicho que haga lo que quiera con él... y yo he jurado y perjurado que no voy a leer a Theroux nunca más, porque su visión del mundo no me interesa. Demasiado deprimente y demasiado cancerígena...

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