martes, 20 de octubre de 2009

Benditos y bendecidos premios

Contemos, para celebrar los ocho años de existencia, la historia completa de mi propio y bendito y bendecido premio literario, por aquello de que después de todo es importante y es uno de esos actos de psicomagia de los que se puede alardear en público y que además puede recomendarse ampliamente...

La cosa surgió allá por octubre (doble aniversario, por lo que veo) del año 2005, cuando finalmente pude acudir al cursillo que Marianne Costa (en aquel entonces pareja sentimental de Alejandro Jodorowsky) celebraba en Madrid tratando el asunto de la psicogenealogía (es decir, el estudio del árbol genealógico y sus repeticiones y complicaciones). Aparte de que fue un cursillo maravilloso del que guardo excelente recuerdo y que recomiendo encarecidamente a todo el mundo (porque además Marianne es una excelente terapeuta), cuando me tocó el turno estuvimos hablando de mis deseos y anhelos, y de lo que yo quería o no... y una de las cosas que le dije, por supuesto, era la de que quería dedicarme a la escritura, profesionalmente. Y en lugar de todos los estúpidos consejos que suele darte la gente en plan “si eso es muy difícil, hombre, deja de soñar”, ella me dio un acto de psicomagia.
Preguntó en voz alta cuál era el premio literario más prestigioso en España, y una parte del público (porque, sinceramente, a mí no se me había ocurrido ninguno) contestó que el Planeta... y luego, me preguntó cuáles eran los tres escritores vivos a los que yo más respetase, a lo que respondí diciendo que Alejandro Jodorowsky, Daniel Odier, y José Luis Sampedro. Y entonces, ella me dijo lo siguiente: tenía que fabricar con arcilla un premio Planeta con mis propias manos, y luego tenía que conseguir que los tres me lo bendijesen, como ellos quisieran...

Conozco de sobra las motivaciones y los mecanismos de la psicomagia, por lo que acepté de inmediato, claro. Y lo primero que hice fue buscar a Daniel Odier (a quien por cierto Marianne me dijo que conocía personalmente), que vino a Barcelona a dar un intensísimo curso de yoga en mayo del año siguiente. Desde luego, tenía muchas más razones para ir a verle que no la del premio, pero por supuesto, aproveché... y la vida se encargó de facilitármelo: un día de camino a la academia pasé por delante de un Casal de Joves donde se anunciaba un cursillo de cerámica gratuito y de dos días de duración. Yo creí que me serviría de base para el verdadero trabajo, y al final se acabó convirtiendo en el trabajo mismo, porque desde el principio hice una placa de 22 por 22 centímetros (magia, que no falte) donde puse en altorrelieve el círculo rodeado de hojas por un lado... y de paso, le hice un favor al Casal, porque fui el único que se apuntó al tema (la profa estaba encantada conmigo). Para terminarlo, me puse en contacto a través de nuestra amiga Marian con un ceramista profesional de Pòrtol, donde en una hermosa y antigua teulera pude darle a la cosa los necesarios engobes para fijar el color, y luego poder cocerlo como mandan los Dioses en un auténtico horno de arcilla... El toque final se lo dio una bolsa de correos que me había enviado Olga (regalándome un cinturón que era justo de lo que me había deshecho por consejo de Marianne... se lo devolví de inmediato, porque aunque no me lo regaló con mala intención ni mucho menos, yo no quería saber nada de semejante prenda), en la que encajó perfectamente la placa y que aún hoy le sirve de eficaz protector.

Así pues, y con ello a cuestas, me planté en el curso de Odier, y después de pedirle a la traductora que me ayudase a explicárselo, va el tipo y me dice que ya sabe de qué va el tema, porque Marianne y Alejandro se lo explicaron. Por lo tanto, le tendí la placa, la contempló durante un momento mientras la sostenía en las manos con gesto de admiración, y luego me la devolvió con una de sus medias sonrisas... sin hacer demasiado caso a las palabras elogiosas hacia sus otros libros (novelas que están publicadas en español, pero hace ya muchísimos años). Como ya he dicho antes y como constato años después, Odier ha sido uno de esos maestros que me ha cambiado la vida, y para bien... así pues, muchísimas gracias.
En abril de 2007, Alejandro y Marianne ofrecían un taller conjunto de renacimiento, y a mí me apetecía ir hasta allá a verles trabajar juntos... así que, acompañado por papá, me fui a Barcelona con mi premio bien protegido a buscar al segundo de los escritores de la lista, y por supuesto, el maestro no tuvo inconveniente alguno en sostenerlo en sus manos y bendecirlo a viva voz con una enorme sonrisa de esas tan suyas. Antes, se lo había mostrado yo a Marianne, la cual estuvo contenta de verlo y no sólo lo bendijo también (después de todo, también me gustó mucho su novela “El Infierno Prometido”), sino que además lo pintó de dorado por el reverso con esa pintura que utilizan los mexicanos para hacer magias varias... por lo que a los dos les agradezco también todas y cada una de sus atenciones.
Y ahora, en septiembre de 2009, finalmente conseguí la entrevista con José Luis Sampedro, que además de reportarme profundas satisfacciones a nivel personal y profesional, me posibilitó la tercera bendición. De los tres, curiosamente, él ha sido el único que ha optado por la escritura, y así ha puesto un escueto pero muy significativo mensaje en el dorso del premio: “Ya es tuya y Sampedro te la bendice. José Luis, Butibamba, 29-9-09”, por consejo de Olga Lucas a la que se le ocurrió recordar el viejo refrán español que dice aquello de que “lo que Dios le ha dado, que San Pedro se lo bendiga”. Él se mostró encantado del honor que le hacía y de que sus lectores le pidiesen cosas tan raras... y claro está, yo me mostré más encantado y agradecido aún.
Finalmente, y acabado el resultado (ahora, según me dijo Marianne, tengo que ponerlo en mi altar, pero será en la casa de Asturies donde se coloque de manera provisionalmente definitiva... y por otro lado, no me molestaría nada que también me lo bendijese Marayat), ¿ha servido todo esto para algo? Bueno, si alguien lo duda, quizás es que no ha entendido nada de nada, pero baste decir que como siempre ha sido una hermosa motivación para conocer en persona a los tres profesionales que a mí más me han influido profesionalmente, y eso ya está bien... porque es un reto, porque sube la autoestima haberlo conseguido, y porque ha sido bien divertido, qué carajos.

Además, después de todo, me gano la vida con la escritura, ¿no?

No hay comentarios: