jueves, 5 de noviembre de 2009

De aniversario...

Tal día como hoy, desde luego, se supone que tengo que escribir algo interesante... aunque sólo sea por aquello de que hay que respetar los aniversarios y también las tradiciones. Además, ¿por qué no, después de todo? No todos los días se cumplen 25 años de algún hecho tan significativo a nivel personal y que pueda ser documentado de manera absolutamente exacta...

Veinticinco años atrás, el 5 de noviembre de 1984, fue cuando escribí la primera página de mi primer diario.

Y veinticinco años después, aquí seguimos con ello. Por supuesto, ha habido muchos cambios, han pasado muchas cosas, y han ocurrido muchos acontecimientos... pero lo dicho, aquí seguimos: a pesar de todas las variaciones y de todas las paradas en el camino (además de que “diario”, lo que se dice “diario”, casi nunca ha llegado a serlo), de todos los cuadernos ocupados y de la disgregación de las disquisiciones (habiendo pasado nada menos que a formato informático en buena parte, que es en donde estamos ahorita mismo), personalmente sigo teniendo la necesidad de dedicarme a ello.

¿Y por qué, podría uno preguntarse? Además de la relativamente manifiesta utilidad de estas bitácoras electrónicas (razón de peso para dedicarme al asunto del blog, que se puso de moda bastante antes de que yo me decidiese a hacerlo... y como siempre he dicho, sin demasiadas esperanzas de que nadie me lea por placer), es interesante eso de consignar los pensamientos por escrito, sí, aunque sea a una edad tan temprana como los ocho años (y es que algunas de aquellas páginas de mi primer cuaderno, regalo de mi tío Tino y que me duró la friolera de cinco años a pesar de su delgadez, son de lejos lo más fresco que he escrito en mi vida) o aunque aquí en la red no pueda hacerse con entera libertad por razones obvias (aunque a eso también le he ido encontrando soluciones, desde luego). No sólo porque es un ejercicio que aclara la mente y despeja las dudas, sino que sirve de bitácora para echar una mirada bastante fiel al pasado y sorprenderse (en mi caso siempre debo decir que agradablemente) de cómo funcionaban ideas y pensamientos y problemas que afortunadamente se han superado ya...

Personalmente, siempre ha sido ese su mayor atractivo para mí mismo, a pesar de que también soy yo mismo quien se empeña en llenarlo de reseñas de libros, exposiciones, y otros asuntos coleccionistas que al cabo de los años apenas ofrecen alguna utilidad (es por eso por lo que me decidí en parte al blog, donde la información o las reseñas de por ejemplo los trabajos de Marayat puedan servir no sólo a mí). Pero hay una cosa que me gusta de mis diarios, y es que, además de representarme de forma bastante fiel para quien alguna vez pretenda conocerme tal y como soy (si es que alguien hay de esa guisa y con semejante deseo), son como pequeñas colecciones de cosas, gabinetes decimonónicos de curiosidades donde si acaso se echa en falta algo de espontaneidad y experimentación (que no siempre, porque es en ellos donde siempre he experimentado más), pero repletos de una vida que representa momentos grandiosos. Y sí, son útiles, mucho más útiles de lo que yo mismo puedo llegar a saber...

Últimamente tengo entre mientes el proyecto de digitalizar todos y cada uno de esos cuadernos (que suman más de veinte entre unos y otros... y es que veinticinco años dan para unos cuantos pensamientos), muchos de los cuales están desgraciadamente escritos con pluma y tinta azul, la cual al cabo de poquísimos años ha ido desapareciendo en algunos lugares de forma verdaderamente alarmante... (desde que me di cuenta no he vuelto a utilizar ese sistema de escritura, a pesar de lo mucho que me gustaba, y me he pasado al pilot negro con óptimos resultados). El caso más grave es sin duda el de mi querido X, cuaderno que me regaló Glauca y volumen que corresponde a los dos años que viví en Barcelona, donde consigné muchos de los momentos que me han hecho ser quien soy hoy día tanto personal como sobre todo laboralmente (y es que en él está consignado entre otras muchas cosas el momento concreto en el que decidí dedicarme a la escritura). Como tributo a estos 25 años de trabajo, reproduzco aquí la portada, con sus manchas y alteraciones y dibujos (míos en su mayoría, aunque también de Glauca hay algunos... que hoy valoro en su justa medida a pesar de que en su momento no me hicieron gracia, pero es que en aquel entonces yo tenía muy poca ídem), esperando que pronto me ponga a rescatar los textos de su delicado estado de salud... Y como regalo de aniversario, una tormenta otoñal nos ha traído hasta el balcón esta sorprendente imagen de la isla de Cabrera y su perfil de barco anciano (como la llamo en uno de mis poemarios que aún no ha visto la luz, por esas cosas del mundo editorial), a la que en todos los años que llevo viviendo en esta casa jamás había visto tan de cerca y con tanta nitidez. Así es el mágico Mediterráneo...

1 comentario:

Eduardo de la Fuente dijo...

Haz, nos hacemos viejos. Sí, uno se pone a pensar cuándo fue que hizo lo que demonios sea por primera vez, suma los años y...

Tú, que eres escribidor, ya llevas 25 años el tajo. Enhorabuena, sé que te consideras escritor y es bueno que tengas claro lo que eres por lo que podrás escribir 25, 50 ó 100 años si la salud te lo permite, que espero así sea.

Escribe, que de "juntaletras" el mundo está lleno.

Un saludo.