jueves, 21 de abril de 2011

29 Salón Internacional del Cómic de Barcelona

Extraño se me hace, sí, pero aquí estamos ya de nuevo, después de tamaño evento. Más que curiosa ha sido la sensación de volver después de tantos años a un lugar que no era el mismo (la Estació de França tenía su encanto, pero la verdad es que no la eché nada de menos) y a un evento que nunca volvería a serlo más...

Para empezar, y a pesar de la cutrez acreditativa (véase la pulserilla que me acreditaba como autor, cuando años ha eran etiquetas con tu nombre que permitían reconocerte al primer golpe de vista), el pasar por alto la sala de prensa y todo lo demás, me produjo un considerable alivio: nada de entrevistas ni de artículos posteriores ni de zarandajas, que total todo eso ya no me interesa. Y lo mismo valió para la compra de tebeos: finalmente, sólo he llegado a adquirir uno (el imprescindible “Los Sueños del Niñato”, de Gallardo, que no tenía), y el resto del tiempo me dediqué a lo mío.

¿Profesionalmente? El viernes 15 hice de jurado en el cosplay zombi individual (sin duda fue toda una aventura, bien acompañado y disfrutando de ganadores como el “Clint Deadwood” que tanto nos deleitó con sus payasadas), el sábado 16 di una charla mañanera en la nueva FNAC acompañado de Juande Garduño y de Alberto Bermúdez (que estuvo la mar de divertida), y ese mismo día participé en la mesa redonda que analizaba el fenómeno Z (impagable la actuación de Enric Rebollo, dibujante y guionista a quien el presentador calificó como “muy revoltoso”), rematándolo todo con un par de sesiones de firmas, la última en la mañana del domingo 17. No puedo quejarme en absoluto: nuestros fans (la mayoría de ellos, de Badalona) nos arroparon de manera más que eficaz, y si para ellos es (palabras suyas) un privilegio conocer en persona a autores como nosotros), no es menos privilegio para nosotros que nos traten tan bien como hacen ellos... ¡así que gracias, chicos y chicas!

¿Personalmente? Inmejorable. Como siempre, no pueden describirse con palabras cosas como los sinceros abrazos de Juan Díaz Canales y de su mujer Teresa (sin duda, una de las mayores alegrías de toda mi carrera comiquera ha sido la de conocer a este hombre y ser amigo suyo), la alegría de conocer en persona a un autor al que tanto respeto como es Antonio Altarriba (firmaba ejemplares de su cómic, y yo sin embargo venga a hablarle de “Maravilla en el País de las Alicias”, que me vuelve loco), los encuentros con los compañeros del medio (Sergi, Bibiana, y en especial con el gran Alejandro Colucci y su encantadora familia, del cual por cierto estaban expuestas las portadas de mis dos libros, y daba gusto verlas... aunque los de Ficómic escribieron mal mi nombre), y hasta la sensación de volver a tener 15 años cuando vi a una chica maravillosamente vestida de la Catwoman de Burton y no me resistí a hacerme una foto con ella...

Y si a todo eso le añadimos la estancia en casa de Hèctor y Maria, los cuales siempre se portan la mar de bien conmigo... pues eso, que fue un viaje inolvidable, y que ha valido muy mucho la pena, a pesar de las ausencias. Pero ya se sabe que no se puede tener todo en la vida...

Me quedo con la cara de Bruno, el hijo de Colucci de doce años de edad, cuando después de preguntarme cuándo había sido la primera vez que yo había ido al Salò, le contesté que eso había ocurrido antes de que él naciera. Tempus fugit, y nosotros vamos haciendo lo que podemos...

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