viernes, 24 de junio de 2011

Exposición: "Polonia, Tesoros y Colecciones Artísticas"

Otra de las visitas que aproveché para realizar cuando estuve en la capital, fue esta: como bien se puede apreciar, hace bastante tiempo que las exposiciones artísticas no me interesan ya tanto como antes, pero eso no quiere decir que no las aprecie... y menos si la estrella de la muestra es nada menos que un cuadro de Leonardo.

Después del tremendo impacto que me causó ver en directo “La Gioconda” (a pesar de todos los impedimentos, léase el cristal antibalas de 1998 y la nube de japoneses), hace mucho que aprendí que el genio renacentista no puede ser obviado, por lo que la ocasión la pintaban calva, y la aproveché. Y menos mal: “La Dama del Armiño” es un verdadero prodigio, a pesar de sus múltiples retoques (el fondo repintado que elimina el más que necesario punto de luz, o esa mano tan caballuna que nada tiene que ver con el resto de la obra), y conserva en su interior la misma fuerza magnética de la “Mona Lisa”. Llegué temprano al Palacio Real (tanto que tuve que dar una larga vuelta por el Madrid de los Austrias, cosa que tampoco me desagradó), y entré el primero para poder verla bien, recrearme en ella con tiempo, admirarla desde todos los puntos de vista posible...

Hasta que, finalmente, llegué a una conclusión que incluso a mí mismo me sorprendió: después de haberme licenciado en Historia del Arte, y de haber visto cientos de miles de obras de arte, este cuadro me ha hecho darme cuenta de que lo más importante de todas las cosas que se necesitan para lograr una obra maestra, es el amor. Porque más allá de la técnica y de todas esas cosas, lo que más claro muestra el retrato de Cecilia Gallerani es lo enamoradísimo que estaba de ella su protector, porque eso es precisamente lo que Leonardo da Vinci consigue reflejar sin ninguna duda en el lienzo. El cuadro es una declaración de amor en toda regla, tan transida de afecto que continúa emocionándonos cinco siglos después... y ese ha sido un descubrimiento de lo más hermoso.

En cuanto al resto de obras, pues no estaba mal: un par de gigantescos tapices, un cuadro de la “danza de la muerte” que podría inspirar los paisajes más oscuros de “La Muerte Negra”, y piezas más o menos curiosas... aunque sin “La Dama del Armiño”, desde luego habría perdido mucho atractivo.

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