sábado, 9 de agosto de 2014

"Cadernos de Lanzarote III" (José Saramago)

He aquí un sueño cumplido, una deuda cumplida, un placer recuperado, y un deber redimido, todo en uno. Hablamos del último libro leído, que me llevé precisamente a Asturies con la intención de leerlo para dejarlo allí, en mi biblioteca personal, junto con sus compañeros de curso y estilo. Pero la historia viene de lejos, y es justo y deseado escribir...

Leí aquel primer volumen de los llamados “Cuadernos de Lanzarote” escritos por José Saramago en el mágico 1997, recopilados los tres primeros por Alfaguara y que mi señor padre me recomendó considerablemente. Y no sólo los leí, sino que fue mucho lo que los disfruté... tanto, que me volví saramaguista (en unos años en los que el Nobel aún no le había caído encima), y de hecho, fue ese el único libro suyo que leí traducido al castellano, ya que después de eso, entre mis viajes a Portugal y los regalos de mis familiares de allí, me fui haciendo con una nutrida biblioteca del escritor, compuesta (y hablo de memoria) por los volúmenes cuarto y quinto de estos “Cadernos” (que en aquel momento estaban inéditos en España), “Memorial do Convento”, “O Ano da Morte de Ricardo Reis”, “Todos os Nomes”, “A Caverna” (que además está firmado por él, gracias de nuevo a mi familia portuguesa), y ante todo y sobre todo, ese monumento que es “Ensaio Sobre a Cegueira”, absolutamente sorprendente.

Con el transcurso de los años, y después de todos los cambios, partidas, mudanzas y demás, tuve ocasión de descubrir en la librería Embat de aquí de Palma dos ejemplares de los dos primeros “Cadernos”, que pude adquirir (uno de ellos me lo regaló Johanna) y volver a leer con gusto, y con más cambios y más asuntos y más asuetos, se los cedí a mi padre que los mandó a Asturias aunque uno volvió a aparecer y otro tardó en recuperarse y de milagro apareció... Total, que el pasado verano pude colocar al fin todos los volúmenes juntos en mi biblioteca, y recordar que seguía faltando el presente, que Gloria había localizado hacía ya años en su librería (y que lógicamente nadie había comprado). Curado ya como estoy de compulsiones coleccionistas, pero admirando también y admitiendo el placer de completar, lo adquirí, pensando que lo leería cuando llegase el momento...

¿Y por qué ha sido este el momento? Pues la verdad, no lo sé... pero desde luego, lo que sí sé es lo mucho que he disfrutado, recuperando sensaciones de hace tantos años al leerlo, y al mismo tiempo dándome cuenta de cómo ha cambiado mi propia vida, porque no necesito en absoluto las visiones negativistas de este escritor, pero disfruto muy mucho con su prosa y su clarísima explicación, al mismo tiempo que juego a ver el mundo con sus ojos, y lo redescubro de alguna forma: de pura casualidad, en Avilés, mi madre y yo vimos una placa que indicaba el lugar de nacimiento de la poetisa Ana de Valle, y con la facilidad de Internet me he puesto a buscar para ver quién sería y dejaría de ser... y me ha hecho gracia imaginarme a mí mismo como Saramago, persiguiendo sus pasos y sus versos, que tampoco me han cautivado tanto como pensaba. Pero así es la vida...

Así pues, ahora el volumen espera en casa de mamá hasta ir a su emplazamiento definitivo (sin sobrecubierta, eso sí, que desde siempre vino sin ella), la deuda con Saramago está cumplida (y de hecho, me ha abierto un poco el apetito hacia él, tal vez el libro de pequeñas memorias o los escritos en el blog, pero ya se verá para cuándo), mi portugués sigue pero que muy en forma (de lo cual me alegro muy mucho, porque pensaba que habría perdido un poco con el desuso, y no ha sido así), y a pesar del paso del tiempo, seguimos admirándole, y echándole de menos. Gracias muchas, maestro, por todo lo literario que has aportado a mi vida.

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